Se ha viralizado a través de diferentes redes sociales una imagen de un cóndor rodeado por curiosos que aprovechan la instancia para obtener la mejor fotografía. El lugar en cuestión se ubica dentro de territorios fiscales y es conocido como Mirador de Cóndores.
Su difusión ha despertado una acalorada discusión respecto de si estamos o no preparados para poder acceder de manera libre a las montañas en plena discusión parlamentaria sobre un proyecto de ley que busca poner sobre la mesa el debate al respecto.
Hace unos meses se viralizó una imagen similar con resultados diametralmente diferentes. El escenario en ese momento era la playa El Tabo y la protagonista una cría de Marsopa. Los curiosos prefirieron tomarse fotos con el animal en vez de ocuparse por su bienestar, lo cual se tradujo en la muerte del animal.
Esta lamentable tragedia, cubierta y difundida por diferentes medios de comunicación, nunca puso en cuestionamiento el derecho de aquellos veraneantes a estar en la playa. ¿Cuál es la diferencia respecto de lo ocurrido en Mirador de Cóndores?
Hoy nuestra legislación establece el acceso libre a las playas, no así a las montañas. Las primeras, son consideradas Bienes Nacionales de Uso Público y se han realizado innumerables esfuerzos para educar a la población respecto de un adecuado comportamiento que minimice el impacto ambiental del visitante y permita el goce de manera segura.
La mayoría de la población entiende el rol de un salvavidas y el significado de las banderas verdes y rojas que vemos en nuestras playas. Se han delimitado las zonas de nado y separado de aquellas que son utilizadas por embarcaciones, se ha dotado a agentes del estado de recursos para una correcta fiscalización y se han creado una serie de normativas que regulan el comportamiento del visitante.
La realidad de nuestras montañas es muy diferente. Escasos son los avances en materia de seguridad y rescate, ni hablar de iniciativas de educación ambiental o habilitación de infraestructura relevante que fomente el acceso y minimice el impacto de los visitantes. Pareciera que nos quieren lejos de las montañas a pesar de que el interés por visitarlas y explorarlas crece cada año de la mano de una pujante industria del turismo y las actividades deportivas al aire libre.
Por lo visto, parece ser más fácil renunciar a un derecho inherente al ser humano (acceso al contacto con la naturaleza) una vez que, en la práctica, nunca se ha podido ejercer, en vez de transformar lo que se tenga que transformar en nuestras sociedades para poder asegurar su correcto cumplimiento. Lo mismo ocurre con autoridades, propietarios y administradores, parece más simple prohibir el acceso que regularlo.
Regular si, prohibir no